Hace algunos posts, te recordábamos algunos de los discursos más célebres de las últimas décadas. De Martin Luther King a Barack Obama, pasando por Salvador Allende, Steve Jobs, SM D. Juan Carlos I o el mismísimo Antonio Banderas.
Discursos todos ellos que han dejado huella en nuestros corazones por su emotividad, su pasión, su estructura, su sencillez, sus recursos estilísticos, etc. etc. etc. (Sí, he dicho bien: en nuestros corazones).
La comunicación corporativa conlleva muchas veces la pronunciación de un buen discurso: a los trabajadores, ante un consejo de administración o en la presentación de un proyecto, por poner algunos ejemplos. No es de extrañar por tanto, que en las escuelas de negocios se incluya siempre un módulo específico para enseñar al alumno-directivo-empresario a hablar. A comunicar.
Tanto si asistimos a uno de esos módulos como si acudimos a alguno de los muchos, cientos, miles de manuales sobre cómo elaborar un buen discurso, obtendremos recomendaciones de uso de aquellos elementos más significativos para su construcción. Así, se nos hablará de lo fundamental que resulta una buena planificación y se nos darán algunas orientaciones, una serie de pasos ineludibles para los cuales habremos de ir respondiendo algunas preguntas:
- El objetivo: ¿qué quiero decir? ¿para qué?
- La preparación: ¿qué información previa requeriré?
- Las ideas fuerza: ¿cuáles son los 3 (no más) temas fundamentales que voy a abordar?
- La estructura: ¿qué orden seguiré en la presentación de las ideas clave? ¿qué lógica interna habrá de regir la exposición?
- Un principio para enganchar y un final para recordar. ¿Cómo captaré la atención inicial de los oyentes? ¿Qué conclusión quiero que se lleven a casa?
- Los medios de apoyo. ¿Utilizaré alguna presentación? ¿Mostraré algún vídeo?
- Una buena redacción y el preceptivo ensayo. Lógico.
En Descubre Comunicación hemos trabajado en muchos discursos. Algunos muy institucionales, otros no tanto. Algunos más formales, otros aparentemente improvisados. Algunos genéricos, otro sectoriales: turismo rural, planificación estratégica, emprendimiento, agroindustria, medio ambiente… En cualquier caso, los ingredientes que hemos relacionado arriba nunca han faltado en nuestra cocina. Seguramente echarás en falta alguno más, pero te podemos asegurar que, si no están todos los que son, sí que son todos los que están. Desde nuestra humilde experiencia.
Precisamente, hay una serie de recomendaciones que no se encuentran habitualmente en ningún manual y que, sin embargo, a nosotros nos han facilitado mucho las cosas. He aquí cinco de ellas:
El formato
Utiliza cuartillas. Son más cómodas de manejar que los folios (sobre todo, si estás interviniendo de pie en un atril). Al escribirlo, emplea un tipo de letra con el que te sientas cómodo. Que relaje tus lecturas. Procura que el tamaño de esa fuente sea GRANDE. No te cortes. Normalmente escribimos por defecto en un tamaño de 12, lo cual está bien para leer un documento en la pantalla o una vez impreso, para nuestros adentros. Pero prueba a hacerlo en tamaño 18, verás qué gran (y positiva) diferencia. Sube también el interlineado. Del simple vete al 1,5. Deja que el texto “respire”.
Observa que entre una cosa y otra te van a quedar párrafos enormes y grandes espacios: aprovecha para anotar pausas, entonaciones, subrayar palabras e ideas con un rotulador, etc.
El entorno
Contrólalo. Como hemos apuntado antes, no es lo mismo hablar desde un atril que hacerlo sentado tras una mesa, de pie delante de ella manejando un power point o mezclándote entre el público, por mencionar sólo algunos de los formatos más usuales. El tipo de acto y la organización te aportará las claves y, cuando las tengas, adáptate a ellas en la medida de lo posible. En cualquier caso, que siempre te coja preparado.
Leído vs memorizado
¿Eres de esas personas que tienen memoria de pez, como la Doris de Buscando a Nemo o, por el contrario, eres capaz de recordar párrafos de cabo a rabo sin esfuerzo? Sea como como sea, hay algo que no debes olvidar: una intervención leída resulta normalmente mucho más “institucional” y “oficial”, lo cual no es ni bueno ni malo per se, pero aumenta en muchas ocasiones el riesgo de aburrir a las ovejas, por muy entregadas que éstas estén a tu causa. Procura llevar aprendida la lección, cuando menos, las ideas fuerza del discurso y su estructura fundamental. Apóyate en notas que te vayan guiando el camino. Pero que sean sólo unas guías, no un corsé.
Los tics
Haz una cosa: usa la cámara de tu móvil o tu tablet y, cuando estés ensayando, grábate. A todos nos suele dar pudor vernos la primera vez. No nos gusta nuestra voz y tampoco algunos de nuestros gestos. Tranquilo. No eres el único que se siente así. Cuando revises la grabación, fíjate en esos detalles que puedan distraer sobremanera la atención del auditorio: esa manía que tienes de hacer “click” con el pulsador del bolígrafo o esa coletilla con la que sueles terminar las frases pero que no aportan nada, ¿no?, ¿verdad? ¿eh? No será fácil corregir esos hábitos. ¡Tampoco se trata de difuminar tu personalidad! Sólo hay que ser conscientes de ellos para poder manejarlos a nuestro antojo, que para eso son nuestros.
Improvisa. Respeta.
Ya tienes el discurso perfecto. Lo has escrito, anotado, repasado, grabado, ensayado y corregido. Varias veces. Todo va a salir bien. Sin embargo… en el último momento algo falla: hay que cambiar la sala donde se va a celebrar el acto; lo que iba a ser una mesa redonda es ahora una intervención en solitario; el público que te dijeron que iba a venir a escucharte, por alguna razón no tiene nada que ver con el que finalmente está sentado esperando a que les hables… ¿Qué hacer? Sé honesto con ellos y diles la verdad. Pídeles una oportunidad. Si estás ahí, si te han venido a oír, es porque les interesa lo que dices. No dudes de que todo lo que has preparado con anterioridad te sigue valiendo ahora. Sólo tienes que adaptarlo a la nueva situación. Si eres honesto con tu público y los respetas, ellos te respetarán y te darán una oportunidad, así que: ¡aprovéchala!
Como en todo guiso, la base de un buen discurso radica en seguir bien los pasos de la receta y cocinar los ingredientes con mucho cariño. Luego el secreto está en añadir el punto que cada cocinero quiera darle, su toque especial. Ese ingrediente que lo convierta en un plato único y especial. Un plato apetitoso al cualquiera querrá hincarle el diente.