Como soy un ‘early adopter’ de los que no se pierden una ya llevo unos meses con Snapchat instalado en el móvil. Claro, que lo tenga instalado no quiere decir que lo entienda ya que he dicho que soy un ‘early adopter’ y no un ‘millenial’, esos sí que se las saben todas. La verdad es que el fantasmita me ha tenido aturdido cada vez que me daba por acceder a mi cuenta y al final lo único que terminaba haciendo era poner caras tontas para la foto de perfil. Hasta que decidí investigar en serio.
A veces, las nuevas aplicaciones nos cuestan algo más a los que venimos marcados esencialmente por Twitter (que hace unos años también me costó lo mío con un divorcio de meses de por medio), Facebook y las redes de la vieja escuela. Lo primero que he echado en falta en Snapchat son usuarios en mi círculo de contactos. Menos de 20 personas de mi extensa agenda telefónica son ‘snapchaters’, la mayoría de ellos de mi perfil, es decir, curiosillos que quieren saber de qué va la cosa pero poco activos. De los que estamos viendo los toros desde la barrera.
¿Y básicamente que es esta red social que ya tiene atrapado a 200 millones de usuarios? Pues es un servicio de mensajería que nos permite mandar imágenes y vídeos, los cuales podemos modificar a través de filtros, textos y emoticonos, y que se autodestruyen en un tiempo determinado tanto de la red social como del móvil del usuario o usuarios que las han recibido y a los que previamente ha elegido el que las remite. Es decir, instantaneidad, exclusividad y la seguridad de que si se te va la mano en una imagen o un vídeo todo quedará olvidado en un periodo de tiempo pequeño. Esto no es cuestión baladí ya que la Comisión Federal de Comercio de EEUU vigilará durante los próximos 20 años que los mensajes enviados desparecen y no pueden ser guardados. «Si una empresa comercializa la privacidad y la seguridad como principales puntos de venta en lanzar su servicio a los consumidores, es fundamental que mantenga esas promesas «, dijo la FTC en su momento.
Y esto está atrapando a los adolescentes de medio mundo, especialmente a los estadounidenses, y con ello a las marcas y anunciantes que ven en Snapchat una oportunidad enorme para llegar al público objetivo del presente y del futuro. Y los precios de la publicidad en esta red pueden dar fe de ello. 750.000 dólares diarios por anuncios efímeros, al igual que los mensajes de esta red social. Y si, hay compañías de la talla de Universal, McDonalds o Samsung que están pagando por ello.
Todo esto ha conllevado que Snapchat esté ya valorada en 15.000 millones de dólares y que el gigante chino Alibaba haya invertido 200 millones de dólares en la aplicación. Tan bien marcha la cosa que su fundador, Evan Spiegel, debutó hace unos meses en la lista de multimillonarios de Forbes con una fortuna de 1.500 millones y previamente rechazó 3.000 millones del mismísimo Marck Zuckerberg del que ya conocemos su afición por comprar toda red social emergente que exista.
Así que seguiremos pendientes a la evolución de este nuevo fenómeno que de vez en cuando nos ofrece internet. Que sea o no una burbuja lo dictaminará el tiempo. No sería la primera en caer ni la primera en afianzarse, lo que si está claro es que de momento su presente es muy halagüeño.