Cuando hablamos de los activos de una empresa o una organización, ya sea con fines empresariales o no, podemos encontrarnos, clasificando de forma muy amplia, dos tipos de activos: los tangibles y los intangibles.
Los activos tangibles son los que, como su propio nombre indica, se pueden “tangibilizar”, cuantificar, y reproducir. Aquí hablaríamos, por ejemplo, de los activos económicos, el número de empleados, el diseño gráfico, logos, productos, servicios, etcétera. Son activos esenciales para el funcionamiento de la organización y en algunos casos son la materialización de otro grupo de activos: los intangibles.
Los activos intangibles son los más complicados de definir porque no son, por así decirlo, materiales, son difíciles de cuantificar y, lo más importante de todo, son prácticamente imposibles de reproducir o copiar. Y es por esto que representan los activos más valiosos de una empresa u organización. De hecho, su valor económico es muy difícil de medir, pero sin duda aportan un valor diferencial para su éxito. Aquí hablamos (y ya nos metemos en materia comunicativa) de, por ejemplo, la marca, que como concepto es el activo más valioso de cualquier organización; la imagen, la identidad de la organización, la reputación corporativa o la cultura empresarial.
La marca, el activo más valioso
La marca es el elemento intangible más valioso porque, una vez registrada, será parte de la propiedad intelectual del negocio y no se podrá copiar. Se puede copiar nuestro producto, servicio, incluso se pueden copiar nuestros colores, pero la marca no será la misma, y las personas que trabajen en esa competencia tampoco serán las mismas que las de nuestro equipo. Bien construida, una marca tarda años en llegar a su “madurez”. La gestión de la misma será la que determine si tiene éxito o no. Aquí englobamos asuntos como por supuesto el producto o servicio, ya que sin ellos la viabilidad económica no es posible; pero también tenemos que englobar aspectos tan importantes como mantenerse fiel a los valores que se predican, construir una historia y discurso de marca fiel y real para que el público conecte con ella y, sobre todo, generar valor.
Una marca, al final, es un conjunto de atributos tangibles e intangibles que generar valor e influencia en sus públicos. Y construirla bien consiste en, como se dice popularmente, “no dar puntada sin hilo”. Todo debe tener un por qué.
La comunicación juega un papel clave porque se encargará planificar, gestionar y monitorizar cada paso en la construcción de la marca beneficie al negocio. No debemos perder de vista que una marca no existe porque sí, sino que lo hace con un propósito. El departamento de comunicación vela por que la marca tenga un sentido y genere valor tanto en los públicos externos (usuarios, consumidores, seguidores de la marca, medios de comunicación, etc.) como internos (empleados, socios, proveedores, etc.). Para ello es fundamental mantener un flujo de información constante, bidireccional, transversal a todos los públicos y coherente con la actividad de la organización.
Se deben tener en cuenta muchos aspectos, pero para ello existen equipos especializados como el nuestro que pueden ayudarte a construir tu marca.