Hoy en Descubre estamos en modo Srta. Rottenmeier. Sí, estamos mandones. Para nosotros es un día como otro cualquiera (bueno, no, hoy tenemos mucho más trabajo), quizá porque llevamos años trabajando con diferentes empresas e instituciones dedicadas a la sostenibilidad, el reciclaje y el medio ambiente, como Fundación Ecolec, RAEE Andalucía o Recicla tus Pilas Andalucía, entre otros proyectos. Esto nos ha hecho introducir esta mentalidad de darle una “segunda vida” (o tercera, o cuarta, incluso) a todo lo que podemos: folios, estructuras de mobiliario para street marketing, merchandising, bolsas (de plástico no, por favor), y casi todo lo que sea susceptible reciclar o, si no, de tener al menos un uso diferente o alternativo (ellas, creativas).
Así que cuando llega este día, nos gusta recordar a nuestros familiares, amigos, incluso proveedores, que hay que intentar reciclar, aunque sea un poquito. Porque hace falta.
Y es que hoy, 17 de mayo, es el Día Mundial del Reciclaje (esperamos que no hayáis hecho más planes para hoy). No solo es un día bonito, sino también útil, porque no está de más que nos recuerden, aunque sea una vez al año, que el reciclaje ya no solo es algo recomendable, sino necesario.
¿Y por qué hace tanta falta? (gracias por la pregunta, querido lector) Porque el planeta lo pide a gritos, en pocas palabras, y poque su futuro será a través del reciclaje o no será, directamente. Sí, son palabras duras, pero reales. La buena noticia es que reciclar está en la mano de todos nosotros, y no es complicado. Y si no, que se lo digan a Firulais:
Por ejemplo, a través del reciclaje podemos contribuir conseguir algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS, para los insiders de la sostenibilidad), como por ejemplo el nº12 (producción y consumo responsables) o el nº13 (acción por el clima), estos que tan bien hemos explicado en nuestro Metaverso en la 21ª edición de la Feria de la Ciencia de Sevilla. Y es que todo está relacionado (vamos a ponerlo por puntitos, que a todos nos gustan los puntitos):
- Ser conscientes del nivel de consumo que tenemos (y del impacto medioambiental que esto tiene) nos lleva hacerlo de forma más consciente. Incluso puede que esto nos invite a no desechar cualquier producto a la mínima de cambio y darle una segunda oportunidad.
- Estas “segundas vidas” que le damos a los productos se traducen en un menor consumo a largo plazo. Y esto lleva a una menor explotación de materias primas (que muchas de ellas ya escasean).
- Además, en muchísimos casos ya contamos con la suficiente tecnología como para que, cuando la vida de un producto acaba, podamos separar sus componentes y volver a introducirlos en la cadena de producción, generando nuevos productos sin la necesidad de explotar nuevas materias primas (cada vez suena mejor, ¿verdad?).
- Y es que reducir la explotación de materias primas, así como no forzar tanto la maquinaria productiva (literalmente) hace que la huella de carbono que dejamos cada uno de nosotros detrás nuestra sea menor y, por lo tanto, consigamos contrarrestar el cambio climático y ayudemos al planeta a darle una segunda oportunidad, a cambio de todas las que él nos ha dado desde hace miles de años.
- En última estancia, puede que tomar conciencia de las consecuencias de nuestros actos (o de su omisión), también nos ayude a tener más consideración y empatía por aquellos que no tienen las mismas oportunidades.
Y es que este breve pero potente pensamiento lógico puede ayudarnos a conseguir un mundo mejor. Al final, se trata de buscar un mundo más inclusivo para todos, más bello y, por qué no, más justo.